miércoles, 19 de diciembre de 2012

Georges Bataille en TV (1958)




Sueño Primero


En este mismo cuarto. María se está acomodando el pelo. No le veo la cara, tampoco en el espejo. Tiene una pollera azul. Le miro las caderas y dudo de si es ella. Pienso en Carla. La quiero llamar para sacarme la duda que me mortifica, pero no me sale la voz, no puedo moverme. En parte porque temo equivocarme.
Se abre una puerta al lado del mueble del espejo y sale una nube de vapor. María, o Carla, no se da cuenta del peligro. Quiero avisarle, no puedo. Al final se mete en el vapor, qué está muy caliente. Yo estoy aterrado. Con mucho esfuerzo me empiezo a mover por el suelo. Cuanto más cerca estoy, el vapor está más denso y caliente. Escucho ruido como de fábrica, una maquinaria gigantesca y oxidada, pero como de lejos. Empiezo a ver algo y oigo una ducha abierta sobre una bañera.
Llego hasta la puerta y miro. Mores está acomodándose el saco. Se sube el cierre y ahí me ve. Sonríe. Marta está sentada en el water, con la pollera azul levantada. Me mira seria con los ojos entrecerrados, exausta y feliz. Me mira fijo y se sonríe con sorna. Mores da un paso hacia mi y ahí me despierto.

Todavía es de noche. Pienso en Martin. María no está, o no la siento.
Por un momento tengo ganas de levantarme, madrugar, tal vez salir. Hacer algo. Escribir. Me inquieta no saber qué va a pasar. Quien va a venir. Me cansa. Extraño la carcel.
Todo está en silencio. La calle vacía. El sueño que tuve, todavía me reverbera en la sien. Si pudiera quedarme en este cuarto para siempre! Hay que probar.
Rosa, Carla, Mores. Y donde estará Freitas ahora? Muerto? Quisiera saber. Quisiera no querer saber. Para qué carajo me sacaron?
Tengo que llamar al número que me dió Mores.

Oigo pasos en la vereda. La ventana está abierta. Los oigo casi al lado mio cuando pasan. Siento el roce de las ropas. Pasan y se detienen en la puerta. La persona entra y vuelve a cerrar, viene derecho a mi cuarto. No quiere disimular. Conoce. La escucho acercarse. Cierro los ojos y me hago el dormido. Abre.
No la veo, y aunque aparece como una mujer de tamaño normal, sé que es María. Se sienta en el borde de la cama y empieza a sacarse los zapatos. Empiezo a entreabrir los ojos. La ilumina de perfil la luz del comedor. Es otra persona, o mejor dicho, cambió, porque sin duda sigue siendo ella. No la veo bien, pero es ella. Más baja, más chica, con el pelo corto. Cuelga la pollera azul del ropero y cierra la puerta. Veo que sus piernas tampoco son las mismas. Más cortas. No es fea. Me gusta. Pero no es como era. En la oscuridad la siento ir a sentarse contra la pared.
Me da pena, no sé porqué. Como si el tamaño normal fuese para ella una enfermedad. No sé donde andaba, de donde viene, cómo salió. Es Maria.
-Estoy despierto -le digo al rato. -Vení-. Y alargo un brazo para acercarla. Ella me agarra la mano y se desliza adentro de la cama. Apoya la cabeza contra mi pecho. Huele a perfume. La piel ya no es tan tersa, ni la carne firme. Pero es tibia, casi caliente. Y esto me consuela muchísimo, me hace dormir.

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