miércoles, 15 de octubre de 2014

alguien en la mente/2

También me acordé de esto.

Nosotras veníamos bajando la escalera grande que llega hasta la puerta de la torre y ellas, la nena con su mamá, venían subiendo y yo nunca las había visto. La nena tenía el pelo más rubio que vi en mi vida y no la podía dejar de mirar. Tenía un vestidito a lunares rosados y la piel muy blanca. 
Cuando se fue acercando vi que tenía también los ojos azules, y que las pestañas también eran rubias y tenía pecas, muchas pecas, y daba alegría verla. Yo la miraba fijo para ver si me miraba pero no, ella venía mirando algo un poco por encima mío, y cuando ya nos estábamos por cruzar y yo estaba por decirle hola, la nena mirando siempre eso que yo no entendía dijo clarito: "mirá esa señora, mamá: vieja, negra, y fea". Y lo dijo casual, como quien señala una flor, un pájaro, un hormiguero.
Yo la miré a mamá y le vi la cara como transformada, pero igual, apenas me agarraba un poco más fuerte la mano, haciéndose la que no había oído. Entonces le agarré la bolsita con las mojarras que habíamos pescado en el lago del prado y me solté y ella me dejó ir sin mirarme. Crucé por el estacionamiento y me fui al ombú que está delante de la torre. Hice un pozo con las manos en esa tierra blanda de los racimos caídos del ombú, y enterré ahí las mojarritas. Me saqué el anillo de plástico con la cara de Cenicienta y lo dejé también. 
Después de eso mi madre empezó a estar como ida por momentos. Estaba en general más callada, pero de repente se quedaba mirando nada, lavando los platos por ejemplo, la agarré un par de veces dejando correr el agua con la esponja en las manos. Y conmigo estaba como más seria, no se, como si se hubiera descubierto algo, como si hubiera entrado en casa una especie de luto. Me empezó a tratar como si fuera más grande y cuando me retaba la cosa era más seria. Todo era más serio, como si estuviera buscando siempre algo por lo que retarme. La vez que me acuerdo fue una en el supermercado, que estábamos llegando a la cola y yo fui a agarrar una revista y de repente me agarra del brazo y me dice que cómo podía ser tan mal educada, que si no veía que estaba la señora primero, y yo no entendía nada porque no había ninguna señora, en fin.
También me acordé de esto en aquellos días de tormenta que no se acababan más. 
A la nenita esa no la volví a ver, pero una vez estábamos con el Ronco en el botánico y no me acuerdo porqué le gritó a un guardia "hijo de puta!", y el tipo se nos vino encima y corrimos como nunca. Terminamos en el puente del Miguelete, sudando, y lo miro al Ronco y veo que está blanco mal. Le pregunto qué le pasa, porque yo todavía estaba asustada, y al final me dice "me hice caca", y se mira por abajo del short, mete la mano y saca una pelotita de caca casi perfecta y a mi me agarró un ataque de risa que no podía parar. Entonces me dio por decirle que se lo pusiera en la cabeza a una nena que estaba tratando de treparse a un sauce que estaba muy cerca. Los padres la estaban relojeando de lejos en unas reposeras del otro lado de la calle, en la vereda del botánico, abajo de los cipreses calvos, y casi no se veían. Le insistí mucho pero no hubo caso, tiró el sorete al Miguelete y se puso la remera en la cintura porque tenía miedo que se le viera la cagada. Lo acompañé hasta la costanera y lo ví bordear el Miguelete hasta el cantegril. Y en mi cabeza desde ese día esa nena rubiecita, la del sauce y la otra, se ríen y me hacen reír.


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